Comentario sobre la traducción de
Fabulario,

E. Gudiño Kieffer

Naturaleza muerta con vanitas y libros, Jan Davidszoon de Heem

El escritor argentino Eduardo Gudiño Kieffer (1935–2002) es uno de esos autores con la rara fortuna de ser muy reconocido, pero no tan conocido, al menos para el público general de hoy. De hecho, mi encuentro con su obra fue totalmente fortuito: en mi hogar sobrevive una (muy) vasta colección de libros y discos heredados de mi tío abuelo, Fuad, a quien no tuve el gusto de conocer. Hace ya varios años me topé con uno de esos libros y sin causa aparente lo abrí por la mitad y leí un cuento corto que me resultó muy bonito. Ese libro era Fabulario y el cuento era “Castillo”.

De Fabulario me pareció muy atractiva la paleta de temáticas y tonos que se aprecian en sus cuentos. Muchos de ellos apelan a lo fantástico e incluso a lo mitológico, pero su encanto característico radica en los distintos tonos que reciben esas historias, que van desde lo serio hasta lo satírico, burlón y, por momentos, irreverente. Es notable además el uso de registros diversos: algunos se ajustan al tratamiento del tema, como en “Castillo” o “¡Titina vieja, nomás!”; otros se contraponen a él para generar un marcado efecto de ironía, como ocurre en “Otra versión de la caída”. Para la traducción de los cuentos, resulta esencial poder apreciar y prestar atención a esta variedad y respetar en cada caso el uso y la intención del escritor.

En “Otra versión de la caída” se toma el relato bíblico de la creación en el Génesis y el registro general es formal, como sería apropiado para tratar el tema. Pero este tono funciona en verdad como una gran ironía frente a la extravagante “versión” de la Caída que describe. Este dispositivo del contraste tiene particular éxito al oponer en espacio de apenas tres oraciones el ruego “¡[…] excusado, watercloset, petit coin!”, expresado de manera casi ridícula, a la solemnidad y severidad del Ángel que expulsa al hombre y la mujer del Paraíso. En mi versión, opté por el uso de pronombres arcaicos en boca del Ángel, con la intención de reforzar esta solemnidad irónica. “El Faunito” es otra historia con un trasfondo mitológico y un marco cuasi pastoral. El escritor no deja por eso de deleitar con alguna burla ocasional y con el giro irónico de su desenlace. En este caso, conviene también prestar suma atención a ese ambiente especial y buscar las palabras adecuadas a ese contexto.

En “Paracélsica” y “Castillo” se aprecia asimismo la relevancia de transmitir las atmósferas particulares. En el primer caso, reinan el misterio, el hermetismo y lo oculto, como expresiones adecuadas a la figura de Paracelso, presentado aquí como un alquimista esotérico. En el segundo, la figura personificada del castillo a la intemperie, aquejado por la soledad y el olvido, genera un relato íntimo y cargado de emoción. A diferencia de los cuentos anteriores, el registro del vocabulario sí se adapta al tono del cuento y desaparece el elemento omnipresente de la ironía.

De los textos elegidos, “¡Titina vieja, nomás!” es sin dudas el cuento más complejo para la traducción. Su característica saliente es la narración subjetiva en tercera persona, con la referencia permanente al personaje que lleva a cabo la acción, Belgrave. El registro es marcadamente informal, con la inclusión de algunas frases con vocabulario lunfardo y breves pasajes con la agramaticalidad propia del fluir de la conciencia. Otro condimento que aporta sabor local al cuento, junto con el vocabulario, es la mención de lugares que pertenecen a la ciudad de Buenos Aires, como el Rosedal, y la alusión a ciertas costumbres sociales típicas, como los “ravioles los domingos”. Todos estos elementos, que son fundamentales para la narración y el sentido del texto, presentan los consabidos problemas en la búsqueda de equivalencias más o menos exactas del vocabulario idiomático y los eternos dilemas sobre la exotización o aclimatación de las referencias locales.

No pretendo explayarme aquí sobre estos temas, pero a efectos de comprender las decisiones que tomé en la traducción de este texto, debo confesar que, en líneas generales, tiendo a ser partidario de la exotización de las referencias culturales, locales, etc., aún a riesgo de necesitar incluir alguna nota en casos que lo ameriten, con tal de mantener intacto el contenido del original y de dejar entrever, aunque sea de manera difusa, aquellas alusiones que el autor pretendiera comunicar. Sin embargo, en lo que hace al vocabulario y las expresiones idiomáticas, es mejor buscar equivalentes con el mismo nivel de idiomaticidad en la lengua meta que retengan ante todo el sentido y, de ser posible, que se hallen dentro del mismo registro (o similar). De esta manera, el lector podrá comprender en su propio idioma el sentido del texto, al tiempo que se preservan las referencias extralingüísticas propias de él (los elementos culturales exóticos). El resultado deseado, en mi opinión, sería una traducción comprensible y natural para el lector, que no por ello deje de remitir a su original y mostrar la cultura propia de su origen. Después de todo, la traducción es una traducción y no veo por qué hacerla pasar por algo que no es. En cualquier caso, siempre se debe considerar el nivel de relevancia de cada referencia cultural o idiomática y decidir cómo traducir con base en su mayor o menor peso con respecto al sentido del texto. (Quizás dedique en un futuro alguna publicación a este tema para dar mayores detalles, ya que este último párrafo es apenas un esbozo muy general de mi propia visión.)

El título mismo del cuento, que constituye una especie de refrán, plantea un problema por su idiomaticidad. Sin embargo, la solución a este vocativo informal y afectuoso la hallé en un paralelo milagrosamente cercano, la expresión “Good old […]!”, que no solo retiene el sentido sino que hasta incluye la palabra old: raro caso de equivalencia a la vez funcional y formal. Fiel a mi idea de preservar lo exótico, opté por mantener los nombres propios y la referencia al Rosedal, una zona del gran parque porteño “Tres de Febrero”. En este último caso, consideré innecesario hacer una aclaración porque el contexto mismo da cuenta de que se trata de un parque y el lector extranjero fácilmente puede identificar que “Rosedal” es en realidad un topónimo. Para las expresiones lunfardas, busqué equivalentes del slang, en especial de la variante británica. Procuré prestar especial atención no solo a la equivalencia en el registro, sino también en las connotaciones de cada palabra. Así, por ejemplo, la palabra “chick” se ajusta mejor a “percanta” que la palabra “lass”, ya que esta pertenece a un registro informal, no vulgar, y sobre todo carece de la connotación peyorativa propia de “chick” y “percanta”.

Por último, un breve comentario sobre “Recomendaciones a Sebastián para la compra de un espejo”. Este texto guarda similitud con el anterior en lo que respecta al tono y al registro informal, aunque sin hacer uso de lunfardismos. Si bien el narrador trata de “usted” a su interlocutor, Sebastián, la aparente intimidad que comparten justifica el uso de contracciones. Si bien apelé a los criterios ya descritos, es interesante remarcar una decisión sobre uno de los nombres mencionados. En el texto original, el autor escribe “mistress Murphy”, con la intención de destacar el carácter extranjero de esa persona. Este carácter, por supuesto, se perdería en la versión en inglés si se retuviera ese nombre, por lo que decidí apelar a un nombre de otra nacionalidad para poder mantener el efecto. Así, la “mistress Murphy” del español se convierte en “Mademoiselle Fleury” en inglés.

Esta humilde selección de cuentos del Fabulario de Eduardo Gudiño Kieffer me pareció una buena oportunidad para mostrar esa paleta que el autor exhibe en esta obra concisa, pero cargada de atractivos. Si bien algunas obras de este escritor han sido traducidas a varios idiomas, Fabulario no parece haber corrido esa suerte y, por eso, quise traducir al inglés algo de este libro que vale la pena ser conocido y disfrutado. Por qué no esperar que esta sencilla publicación sirva también para que los propios hispanohablantes nos acerquemos más a este notable escritor argentino.

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