Michael Augros

Reconciling science
with natural philosophy (2004)

Alegoría del conocimiento - Rafael
Representación de la scientia como conocimiento de las causas,
Stanza della Segnatura, Rafael Sanzio

Este texto se encuentra en la página del Institute for the Study of Nature (isnature.org). El Dr. Michael Augros es profesor en Thomas Aquinas College y se especializa en la filosofía aristotélico-tomista. Uno de sus principales intereses es la relación entre la ciencia moderna y el estudio filosófico, como dos maneras distintas de obtener conocimiento a las que no considera opuestas, sino complementarias. Se puede hallar más información sobre su trabajo en el perfil de Thomas Aquinas College (thomasaquinas.edu/about/michael-augros). Le agradezco por su amabilidad y por permitirme traducir este artículo.

La conciliación de la ciencia y la filosofía de la naturaleza

V. Cuantitativo vs. cualitativo

La mayoría de las ciencias —si no todas— hacen uso de las mediciones; mientras más científicas son esas ciencias, mayor es el uso40. La ciencia, entonces, no es solo cualitativa, sino también cuantitativa; la filosofía de la naturaleza, por su lado, no es cuantitativa, al menos en el sentido de no recurrir a las mediciones. Una medición científica solo es un tipo particular de experiencia limitada, pero a tal punto caracteriza a la ciencia que merece mencionarse por separado.

La ciencia obtiene ventajas concretas sobre la filosofía por su uso de mediciones y otras formas de observación técnica. Solo a través de estos medios obtenemos toda una serie de datos que, de otra manera, estarían siempre fuera de nuestro alcance, ya sea porque están más allá del rango de nuestros sentidos o porque sería demasiado peligroso percibirlos en forma directa. E incluso cuando algo se puede percibir en forma directa, el científico hace bien en no conformarse con la imprecisión de los sentidos por sí solos: una persona siente más calor, otra persona siente menos calor. En tanto que nuestros cuerpos sean nuestros termómetros, no usamos instrumentos de medición construidos exactamente de la misma manera, y lo que mi sentido del tacto registra es vago incluso para mí mismo. ¿Qué parte de “cuán caliente siento esto” se debe a la temperatura del agua y qué parte se debe a la temperatura de mi cuerpo? Mi sensación no me lo dice. Mi sensación tampoco asigna una cifra precisa a “cuán caliente siento esto”, una cifra que pueda comparar con “cuán caliente siento aquello” de manera precisa y unívoca. La sensación pura jamás tuvo por fin la precisión científica; sin embargo, la precisión matemática es esencial para desentrañar los acertijos de la naturaleza. Asimismo, la física no solo se restringe a la experiencia no reflexiva, sino también a los objetos externos de la experiencia no reflexiva que se pueden medir con precisión.

Por tradición, Galileo es considerado el padre de la física moderna. Escribió su Dos nuevas ciencias en forma de diálogo, según la tradición de Platón, quien con su Timeo había sugerido que la naturaleza se podía entender matemáticamente. La física moderna, entonces, es el desarrollo final de una antigua sospecha pitagórica, la sospecha de que muchos secretos profundos de la naturaleza solo se pueden descifrar a través de la matemática. Esta sospecha era razonable en dos sentidos: primero, porque la razón se inclina con toda naturalidad a comprender las cosas matemáticamente, dado que la matemática es muy accesible a la mente humana y brinda gran certeza y precisión; segundo, porque hasta una mirada superficial de la naturaleza revela una multiplicidad de cosas que exhiben propiedades cuantitativas, como la forma hexagonal de los cristales de agua y la forma espiralada de los girasoles y las conchas.

Por estas razones, “comprender” para la física —y para la ciencia en general— suele significar “tener una ecuación”, que es un tipo de entendimiento porque reduce una multiplicidad caótica de cosas a una identidad de cierto tipo, al hallar algo único o idéntico en aquello que es múltiple y en apariencia inconexo41. El científico utiliza el lenguaje de la matemática tanto como sea posible y, mientras más científica sea la ciencia, más expresa sus resultados por medio de símbolos y fórmulas matemáticas, en lugar de palabras y oraciones.

Galileo Galilei - Justus Sustermans
Galileo Galilei, Justus Sustermans

El gusto de la ciencia por los símbolos y las fórmulas llevó a algunos a dudar de si el conocimiento de la naturaleza es siquiera posible por medio de meras palabras. Si nuestras palabras cotidianas fueran un medio con la precisión suficiente para expresar la verdad sobre la naturaleza, ¿por qué los científicos no se conformarían con ellas? En efecto, es cierto que las palabras no sirven para expresar los resultados muy técnicos y precisos de la física42, pero esto no se debe a que aquellas sean irremediablemente ambiguas y no signifiquen nada sólido y certero. Si así fuera, la física misma —no solo la filosofía de la naturaleza— sería imposible. Hasta el simbolismo más oscuro de la física depende, en última instancia, del lenguaje común para tener significado43. ¿Qué significa T en nuestra ecuación? Lo importante no es que pueda reemplazarse por una palabra farragosa, como “temperatura”; lo esencial es que podamos explicar con palabras de dónde provino la cifra que representa T. El proceso de medición u observación que da origen y significado a todo símbolo cuantitativo físico en nuestras ecuaciones no se puede expresar por medio de símbolos: solo se expresa con palabras. Si no comprendemos la medición o la observación expresada en palabras, entonces los símbolos y las fórmulas no son más que jeroglíficos o, en el mejor de los casos, un ejercicio de matemática pura44. Los términos de la física carecen de significado fuera de las herramientas con las que detectamos y medimos las cosas45, y estas herramientas se comprenden en última instancia con palabras.

Sin dudas, la matemática arroja luz sobre la naturaleza. ¿Pero acaso la naturaleza no es más que cantidades? ¿O el aspecto cuantitativo de la naturaleza es el único camino para entenderla? Si “entendimiento” se define como “tener una ecuación”, la respuesta ya está predeterminada. Si, en cambio, “entendimiento” se considera en sentido más amplio, como cualquier tipo de noción sobre qué o por qué son las cosas, entonces es legítimo preguntar: ¿puede eso obtenerse solo a través de la medición? ¿Cómo podríamos saber que la naturaleza de las cosas naturales hace que solo sean accesibles a través de la medición? Ciertamente no con mediciones. La única forma de saberlo sería mediante un argumento filosófico de cierto tipo, en cuyo caso se habría descubierto algo sobre la naturaleza, pero sin mediciones; es decir, la posición se autodestruiría. Además, por vaga que sea la idea, estoy seguro de que “rojo no es lo mismo que verde”, sin recurrir a ninguna medición o matemática46. Un científico no tiene ni necesidad ni razones para negar que puedan existir otras maneras de comprender la naturaleza, distintas de la medición.

Richard Feynman
Richard Feynman

VI. Lo evidente vs. las hipótesis 

La última oposición que permite distinguir entre el estudio filosófico y el estudio científico de la naturaleza es aquella entre lo evidente y lo hipotético. “El todo es mayor que la parte”, algo evidente para todos, es tan verdadero en el mundo natural como en la matemática. No se trata de mera inducción, como si nos hubiéramos convencido de ello tras haber visto muchísimos todos (y ninguno de ellos contrario a esta propiedad). Si alguna vez una revista científica anunciara que unas muestras de rocas halladas en Marte tienen la mitad de su propio tamaño, sospecharíamos que hubo un error en la impresión, que es una broma o que es una locura. No es un caso de “haber visto tantas veces algo que sería sorprendente hallar un contraejemplo”, como es el caso de haber visto muchos cisnes blancos y sorprenderse de saber que existen cisnes negros en Australia. Es algo evidente. La filosofía de la naturaleza parte de este tipo de verdades. Tales principios evidentes son relativamente escasos y bastante generales, aunque algunos son más específicos que “El todo es mayor que su parte”. Se observa otra vez que la filosofía de la naturaleza tiene un enfoque de estudio limitado, si por definición procede solo a partir de estos principios.

La ciencia, por otro lado, parte de presunciones, de hipótesis que, aunque se basan en la experiencia y el razonamiento, no dejan de ser hipótesis. El científico suele razonar así:

Si la hipótesis Z es correcta, entonces debería observar Q.

Pero sí observo Q.

Luego, la hipótesis Z se confirma en parte.

No puede concluir “la hipótesis Z es correcta”, porque eso sería cometer la falacia de afirmar el consecuente. Sin embargo, mientras más razones de esta manera y más consecuencias de la hipótesis Z se confirmen, más probable se vuelve esa hipótesis. Esto es en especial verdadero si las consecuencias de la hipótesis son cosas jamás observadas o sospechadas, es decir, si la hipótesis lleva al científico a aumentar su experiencia. Así y todo, puede ser falsa, porque tan solo se asemeja a la causa verdadera y provoca consecuencias similares, por lo que se percibe. Einstein lo muestra con claridad:

Los conceptos físicos son creaciones libres de la mente humana y —por más que parezca— no están únicamente determinados por el mundo exterior. En nuestro esfuerzo por entender la realidad, somos como un hombre que intenta entender el mecanismo de un reloj cerrado. Observa la esfera y las manecillas que se mueven, incluso escucha el tictac, pero no tiene manera de abrirlo. Si es ingenioso, puede formarse una imagen del mecanismo que podría estar detrás de lo que observa, pero jamás podrá estar seguro de que su imagen sea la única que pueda explicar sus observaciones47.

Vale la pena remarcar la frase “creaciones libres”. Los conceptos y las teorías físicas son en gran parte producto de la imaginación, y “Nada es más libre que la imaginación del hombre”48. La imaginación tiene un lugar mucho más prominente en la física moderna49 que en la filosofía de la naturaleza. En la filosofía, los conceptos primarios —como “movimiento”, “cuerpo”, “tiempo”— y las proposiciones evidentes primarias —como “Todo cambio ocurre en un sujeto”— no son creaciones libres de la mente humana. Aristóteles dice que, más bien, es como si estas verdades se impusieran a las mentes de los hombres50. El filósofo de la naturaleza necesita algo de imaginación y hacer uso de algunas hipótesis dialécticas para poder descubrir la verdad, pero solo como medio para adquirir el tipo de conocimiento que busca. De manera similar, un matemático podría suponer algo de lo que no está seguro y ver hacia dónde lo lleva, pero su trabajo no termina hasta que halle pruebas que justifiquen la suposición y que lo lleven de vuelta a los principios evidentes que están más allá de cualquier duda.

Niels Bohr
Niels Bohr

La ciencia también determina como hechos muchas cosas que, al menos en cierta medida, son en realidad hipótesis, por ser resultado de inducciones imperfectas. Los científicos asumen que el agua siempre hierve en determinadas condiciones, no porque hayan observado todos los casos, sino porque observaron muchos casos y suponen cierta uniformidad en la naturaleza51. Si descubrieran algo sobre el agua que haga que hierva en esas condiciones determinadas, aquello sería a su vez algo que hallaron en cada caso observado y asumirían que es propio del agua en todos los casos. ¿Cuál es la diferencia entre “El agua hierve a tal o cual temperatura y presión” y “El todo es mayor que la parte”? ¿Por qué no tenemos certeza de lo primero, si no es por nuestra experiencia repetida, mientras que nuestra certeza de lo segundo parece ser independiente de la experiencia? La diferencia es que, con un mínimo de experiencia, se puede saber qué es un “todo” y qué es una “parte” lo suficientemente bien como para entender que sería contradictorio negar el principio. Pero nuestra experiencia no nos revela con tal perfección qué es el “agua”.

David Hume habla de un conocimiento que “surge por completo de la experiencia, cuando hallamos que cualquier grupo de objetos en particular siempre aparece en conjunto”52. Dice que “todas las leyes de la naturaleza y todas las operaciones de nuestros cuerpos, sin excepción, solo se conocen a través de la experiencia”53. En realidad, esto no es tan universalmente verdadero como pretende Hume, pero sí lo es respecto de la gran mayoría de los resultados científicos modernos. Poincaré también afirmaba que toda generalización es una hipótesis. Eso no es verdadero sin más (¡la proposición misma es una generalización!), pero sí lo es respecto de la mayoría de las generalizaciones en la ciencia54. Que todo cambio ocurre entre opuestos no es una hipótesis, sino algo evidente y verdadero por necesidad, sin excepción; que el color rojo siempre se asocia con tal o cual frecuencia es una generalización que hacemos con base en la experiencia repetida, y nada más.

Sin embargo, otra vez se aprecia una complementariedad entre la ciencia y la filosofía de la naturaleza. La filosofía tiene un mayor grado de certeza en sus principios y conclusiones, pero al costo de estar muy restringida en sus investigaciones. La ciencia tiene una libertad de investigación mucho mayor, pero al costo de sacrificar la certeza perfecta55, de asumir una cualidad provisional y de que sus proposiciones se sometan a una revisión permanente, a la luz de la nueva evidencia.

David Hume - Allan Ramsay
David Hume, Allan Ramsay

Conclusión

Una vez aclaradas todas estas distinciones entre los principales enfoques en el estudio de la naturaleza, cabe preguntarse por las maneras en las que se relacionan. En este artículo, contrapuse la “filosofía de la naturaleza” a la “ciencia”, tal como se distingue en el habla común de hoy. Esta distinción terminológica, sin embargo, tiene la desventaja de connotar que hablamos de dos disciplinas muy independientes entre sí.

La verdad es que lo que hoy llamamos “ciencia” solo es una continuación de lo que llamamos “filosofía de la naturaleza”, y ciertamente no puede reemplazarla. Un conocimiento particular no puede reemplazar a otro más general, porque es un conocimiento diferente56 y porque es menos certero. Un conocimiento basado en experiencias limitadas no puede reemplazar a otro que se basa solo en la experiencia universal, porque cualquier conocimiento avanzado que se basa en experiencias limitadas depende de la fe humana y, en ese sentido, es menos certero. Un conocimiento basado solo en la experiencia irreflexiva no puede reemplazar a un conocimiento basado en la experiencia reflexiva, porque mucho de lo que se conoce por experiencia reflexiva no se puede saber de otra manera. Un conocimiento basado en experiencias artificiales, como los experimentos, no puede reemplazar a un conocimiento basado en la experiencia natural, porque hasta en los experimentos dependemos del uso común de los sentidos para observar los instrumentos. Un conocimiento cuantitativo no puede reemplazar a uno cualitativo, porque la naturaleza es más que sus aspectos cuantitativos, y existen muchas cosas en el mundo natural que se pueden conocer, pero no con mediciones, como la sustancia, la naturaleza y la finalidad. El conocimiento basado en hipótesis no puede reemplazar al conocimiento basado en principios evidentes, porque es menos certero.

Ambos lados del estudio de la naturaleza han intentado emanciparse de su opuesto. En busca de la certeza, de la facilidad del sillón y, quizás, por temor a la matemática, los filósofos se limitaron a investigar preguntas sobre la naturaleza que fueran accesibles desde la experiencia común, la introspección y las generalidades evidentes; o bien, renunciaron por completo a hablar sobre la naturaleza. Como mencioné al comienzo de este artículo, no se trata de una disposición particularmente filosófica; es algo que nos deja certezas vagas, insuficientes para cualquier espíritu filosófico.

Los científicos, en cambio, suelen estar a disgusto con cualquier cosa vaga, por más cierta que sea. Exigen la claridad de las concepciones matemáticas y las definiciones procesales para todo57. No se acercan a la naturaleza por medio de principios evidentes, ya que estos tienden a ser generalidades vagas; ni a través de la experiencia reflexiva, porque, a pesar de ser muy certera, es asimismo imprecisa y difusa58. Muchas veces, los científicos también adolecen de confundir la certeza con la distinción en nuestro conocimiento, siguiendo inconscientemente a Descartes. Quienes cometen el error de identificar estas nociones tienden a desestimar el estudio más filosófico de la naturaleza como incierto por ser vago —cuando, en realidad, esa es justamente la razón por la que es certero— y se aferran al estudio más científico, al que consideran más certero porque es particular y detallado —cuando, en realidad, esa es justamente la razón por la que es incierto—. Además, muchos científicos aman demasiado su libertad como para estudiar la naturaleza de manera más filosófica. Sus métodos lo restringen mucho; si toma la iniciativa y fuerza a la naturaleza a responder sus preguntas con experimentos, puede preguntar casi lo que sea, en tanto que logre hallar una manera de evaluar sus predicciones.

No debemos condenar a nadie que elija enfocarse en uno u otro método para estudiar la naturaleza; la elección es inevitable.

Es imposible que una persona sea experta tanto en el enfoque “científico” como en el “filosófico” del estudio de la naturaleza sin que al menos uno de ellos se vea afectado en cierta medida59. Se puede ser experto en lo uno y aficionado en lo otro, pero ser experto en ambos es más ideal que real. Especializarse en un campo de la ciencia suele exigir el esfuerzo de toda una vida. Lo mismo puede decirse de ser especialista en la filosofía de la naturaleza. Hoy más que nunca somos conscientes de cuán sujetos estamos al tiempo: vita brevis, scientia longa. El temperamento, las preferencias personales y la experiencia educativa también pueden perfilar mejor a una persona para el estudio filosófico o científico de la naturaleza. Mi única discrepancia es de quienes dicen que solo uno de estos enfoques aporta un conocimiento legítimo y valioso; que son independientes entre sí y pueden ignorarse sin problemas; o bien, que constituyen disciplinas separadas. Distinguir los métodos para conocer la naturaleza está bien, pero segregar a quienes usan métodos diferentes es insistir en una filosofía acientífica y una ciencia afilosófica. Esto sería el desmembramiento del conocimiento de la naturaleza.

Solvay Conference, 1927
Conferencia de Solvay, 1927

El estudio filosófico de la naturaleza depende de la ciencia para ser completo, para colocar nuestro conocimiento general en un foco concreto y para abrir líneas de investigación que se le presentan al filósofo, pero que no se pueden responder desde el sillón. “¿Qué es el tiempo?”, pregunta el filósofo. Incluso suponiendo que su respuesta fuera correcta, cuando afirma que es un tipo de número del movimiento, la siguiente pregunta debe ser: “¿Existe un movimiento cuyo número sea el tiempo?”. Su propia línea de investigación lo lleva naturalmente a la ciencia. “¿Qué es el alma?”, se pregunta en otra ocasión. Incluso suponiendo que su respuesta fuera correcta, cuando dice que es la forma sustancial de un cuerpo natural que se compone de órganos, debe preguntarse de qué tipo de cuerpo orgánico es forma sustancial el alma humana. Otra vez, se dirige a la ciencia. Al definir “movimiento”, menciona un “lugar”, y al definir “lugar”, debe hablar sobre un marco de referencia y, una vez más, ingresa en el campo de la ciencia, donde nos preguntamos sobre el tamaño y la forma del universo que habitamos.

Las ciencias, a su vez, dependen del estudio filosófico de la naturaleza. El filósofo de la naturaleza no alcanza un conocimiento distinto en el sentido de descender a tipos muy particulares de cosas, pero sí obtiene un conocimiento distinto de las cosas muy generales que estudia. Las define. ¿Qué es un ser vivo? Esta pregunta solo se puede responder de manera definida (aunque vaga) a través del estudio filosófico de la naturaleza. Un biólogo puede desarrollar una carrera muy prestigiosa sin prestar mucha atención a esta pregunta, sin nunca recurrir a los métodos del filósofo; pero entonces se muestra indiferente respecto del propósito de su propio trabajo. La ciencia tampoco puede comprender sus propios métodos o explicar por qué son apropiados o necesarios sin acudir a la filosofía de la naturaleza. Un científico que intenta definir la ciencia no hace “ciencia” en el sentido moderno de la palabra, sino que, ciertamente, filosofa. Hasta el científico que sostiene que solo los métodos que hoy se llaman “científicos” son apropiados para estudiar la naturaleza, en realidad, afirma algo sobre la naturaleza sin usar esos métodos. Es imposible saber qué se quiere decir con “ciencia”, en cualquier sentido del término, sin recurrir a una experiencia reflexiva sobre el conocimiento científico de las cosas. Esto es lo que muchos llaman un enfoque “filosófico”. La estabilidad y la orientación de la ciencia también dependen de la filosofía de la naturaleza. A modo ilustrativo: si el filósofo puede demostrar que el entendimiento y la voluntad no son actos de órganos corporales, esto debería tenerse en cuenta en la investigación neurocientífica.

¿Qué método brinda un conocimiento superior sobre la naturaleza? El conocimiento de las cosas naturales, una vez que progresa por etapas naturales hasta el nivel de particularidad de la ciencia, es superior. Es más detallado, distinto e irrestricto en su enfoque de investigación. Pero esto ocurre si suponemos que el científico acepta y aplica los datos de la experiencia reflexiva y los principios generales, como “la naturaleza actúa según un fin”. A pesar de su impresionante nivel de detalle, una ciencia aislada en un mundo de fenómenos externos permanece, en gran parte, fuera de las cosas y se transforma en un conocimiento un tanto superficial. Si comparamos el comienzo del estudio de la naturaleza, la parte más “filosófica”, con las partes “científicas” más detalladas que deben continuarlo pero que, en lugar de ello, se desarrollan aisladas de aquel60, el comienzo es un mejor conocimiento. Esto es así porque el enfoque filosófico nos proporciona un conocimiento de las cosas que es más noble e importante para nosotros que aquello que estudia la ciencia; por ejemplo, el alma humana o la diferencia entre los seres vivos y no vivos o las cosas naturales y artificiales. Aunque vaga, la filosofía de la naturaleza es certera y es una ciencia viva, en contraposición con el mundo necesariamente inerte de la biología “objetiva”61, por no hablar de la física y de la química.

En términos de frutos prácticos, las ciencias particulares pueden generar productos tecnológicos independientemente de la filosofía de la naturaleza. La filosofía de la naturaleza no rinde tales frutos en absoluto, o bien, muy pocos. Sin embargo, la ciencia es un guía ciego en torno a las preguntas prácticas mucho más importantes sobre cómo debemos vivir y, en particular, cómo debemos usar la ciencia y la tecnología. La ciencia —en el sentido moderno restringido— prescinde del bien62, tal como lo hace la matemática, e ignora nuestra experiencia interna de las cosas —como nuestro propio deseo, por ejemplo—, sin la que es imposible tener un conocimiento del bien. Asimismo, la filosofía de la naturaleza puede ser fundamento de la ética, al estudiar la naturaleza del alma humana y mostrar que la naturaleza actúa según un fin; mientras que nuestra “ciencia” moderna, separada de la filosofía, es estéril en ese respecto.

Aristóteles - Francesco Hayez
Aristóteles, Francesco Hayez

La filosofía de la naturaleza también es una mejor preparación para el estudio de las verdades sobre Dios. Al hacer una investigación filosófica de estas verdades, entendemos mejor qué no es Dios que lo que sí es. La via negativa, sin embargo, es mucho más fructífera mientras más generales sean las cosas que negamos de Dios. “Dios no es un átomo de carbono” no dice demasiado, mientras que “Dios no es un cuerpo” es muy iluminador. Pero no podemos tener éxito al hacer estas negaciones a menos que sepamos muy distintamente qué es lo que negamos. Debemos saber, al punto de ser capaces de definirlos, qué son “cuerpo”, “movimiento” y “materia”. Esta tarea le corresponde a la filosofía de la naturaleza.

Aristóteles reconoció la necesidad de una experiencia cada vez más detallada de la naturaleza:

La falta de experiencia reduce nuestra capacidad de tener una visión integral de los hechos admitidos. Así, quienes se hallan en asociación íntima con la naturaleza y sus fenómenos se vuelven cada vez más capaces de formular, como fundamento de sus teorías, principios que admiten un desarrollo amplio y coherente; mientras que aquellos cuya devoción a las discusiones abstractas los lleva a desestimar los hechos se prestan a ser dogmáticos con base en unas pocas observaciones. Los tratamientos opuestos del objeto que ahora nos ocupa servirán para ilustrar cuán considerable es la diferencia entre un método de investigación “científico” y uno “dialéctico”63.

Aristóteles también reconoció que el científico necesita hipótesis comprobables por medio de experimentos y observaciones. En referencia a los seguidores de Empédocles y Demócrito, dice:

Sus explicaciones no son consistentes con los fenómenos. La razón es que se equivocan en los principios últimos que asumen: sostenían ciertas opiniones preestablecidas y estaban determinados a hacer coincidir todo con ellas… . Pero, por amor a sus principios, caen en la actitud de los hombres que se proponen defender una posición en un debate. Confiados en que los principios son verdaderos, se prestan a aceptar cualquier consecuencia que surja de su aplicación. ¡Como si algunos principios no debieran juzgarse por sus resultados y en especial por sus fines! Y ese fin, que en el caso del conocimiento productivo es el producto, en el conocimiento de la naturaleza son los fenómenos que se obtienen siempre y propiamente por la percepción64.

Aristóteles era consciente de la necesidad de aplicar la matemática y la medición al estudio de las cosas naturales65. ¿Por qué entonces no se lo considera el padre de la “ciencia”, incluso como la entendemos hoy en día? ¿Por qué su fundación debió esperar hasta Galileo? Sin dudas, Galileo fue de los primeros que le mostró al mundo la enorme eficacia de estos métodos y cuán pronto se vuelven necesarios al investigar la naturaleza. También estamos de acuerdo con la hipótesis copernicana de Galileo y no con la hipótesis geocéntrica de Aristóteles. Además, muchos maestros “escolásticos” de la época de Galileo se contentaban con ser discípulos de Aristóteles y medir su conocimiento según sus palabras, no según la realidad. Estos falsos representantes le dieron a Aristóteles la reputación inmerecida de ser un filósofo de sillón que, como ellos, supuestamente se hubiera rehusado a observar a través del telescopio de Galileo. Tal como ocurre con cualquier espíritu filosófico, es imposible creer eso de un hombre que reflexionaba:

Las escasas concepciones que podemos obtener de las cosas celestiales nos dan, por su excelencia, más placer que todo el conocimiento del mundo en el que vivimos; así como un ligero atisbo de las personas que amamos es más placentero que una visión precisa de otras cosas66.

Hacemos bien en reírnos de los filósofos legendarios con predilección por lo abstracto, quienes, por lealtad a teorías obsoletas, se rehusaron a observar el mundo a través de un telescopio. También esperamos que llegue el día en el que nos parezca igualmente gracioso el científico que se niega a recordar cómo se ve el mundo sin uno.

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NOTAS

[40] “Lo que la ciencia exacta busca no son entes de determinada categoría, sino entes con un aspecto métrico” (Eddington, The Nature of the Physical World, 105); “todo nuestro conocimiento físico se basa en mediciones” (ibid., 152).

[41] Werner Heisenberg dice: “Para nuestros sentidos, el mundo consiste en una variedad infinita de cosas y hechos, de colores y sonidos. Pero para poder comprenderlo, debemos imponer cierto orden, y el orden significa reconocer lo que es igual” (Heisenberg, Physics and Philosophy, 62-63). Richard Feynman se expresa de manera similar:

Las cosas de las que nos ocupamos en la ciencia se muestran en formas muy diversas y con una multitud de atributos […]. La curiosidad exige que hagamos preguntas, que intentemos juntar las cosas y comprender esta multitud de aspectos que, quizás, resultan de la acción de un número relativamente pequeño de cosas elementales […]. Por ejemplo, ¿es la arena otra cosa que las rocas? Es decir, ¿no es tal vez la arena un gran número de piedras muy pequeñas? ¿Es la luna una roca grande? […]. Así intentamos analizar poco a poco todas las cosas, componer cosas que, a primera vista, parecen diferentes, con la esperanza de poder reducir el número de cosas diferentes y así comprenderlas mejor (Feynman, Six Easy Pieces, 23-24).

[42] “Como debemos dejar de utilizar conceptos familiares, los símbolos se han convertido en la única alternativa posible” (Eddington, The Nature of the Physical World, 249). Para el físico, es mejor no usar palabras como “trabajo” o “energía”, ya que tienen un sentido ordinario que es irrelevante para la física. Entonces, usa símbolos, rótulos que no tienen otro significado que el que él les asigna. El símbolo tiene la ventaja adicional de “representar” algo de manera tal que sea pasible de ser calculado, a diferencia de la palabra, que designa qué es una cosa. Un agricultor podría usar piedritas para representar ovejas, mientras considera cuántas vender y con cuántas quedarse. En ese caso, la piedrita no significa “lo que es ser una oveja”, sino que representa “una oveja”.

[43] Niels Bohr admite que “ciertamente, toda explicación de la experiencia física se basa, en última instancia, en el lenguaje común” (Niels Bohr, Essays, 1958-1962, on Atomic Physics and Human Knowledge [Nueva York: Interscience, 1963], 1). Heisenberg dice: “Una de las características más importantes del desarrollo y el análisis de la física moderna es la experiencia de que los conceptos del lenguaje natural, por más vaga que sea su definición, parecen ser más estables en la expansión del conocimiento que los términos precisos del lenguaje científico, obtenidos a partir de una idealización de grupos limitados de fenómenos. En realidad, esto no ha de ser sorprendente, dado que los conceptos del lenguaje natural se forman por conexión inmediata con la realidad; representan la realidad” (Heisenberg, Physics and Philosophy, 200).

[44] Esto no se contrapone con Richard Feynman, quien opina que la traducción de las proposiciones simbólicas de la física a palabras del lenguaje común —excepto la matemática— tiene un límite (ver Richard Feynman, The Character of Physical Law [Cambridge: M.I.T. Press, 1965], 40). La matemática es esencial para explicar los vínculos entre las proposiciones del físico; por lo tanto, una gran parte de aquello que dice ha de ser ininteligible para el lego que no se empeña en comprender la matemática. Asimismo, dice Eddington (The Nature of the Physical World, xv), “la ciencia apunta a construir un mundo que sea simbólico del mundo de la experiencia común. No es necesario en absoluto que todo símbolo individual represente algo de la experiencia común o siquiera algo explicable en términos de la experiencia común”. En otras palabras, el símbolo puede representar algo muy poco familiar para la mayoría de las personas, como un número que se obtiene gracias a un dispositivo de medición sofisticado y se halla en cierta función matemática. Ni el dispositivo ni la función matemática tienen por qué ser parte de la experiencia común. Pero deben entenderse en última instancia por medio de palabras, aunque esas palabras no designen cosas que constituyan la experiencia común.

[45] “Nuestro conocimiento del mundo externo no se puede separar de la naturaleza de las herramientas con las que obtuvimos ese conocimiento. La verdad de la ley de gravitación no se puede considerar como algo separado del procedimiento experimental por el que determinamos su veracidad” (Eddington, The Nature of the Physical World, 154).

[46] Sin importar lo que se piense sobre los colores o la experiencia de los colores, son cierto tipo de realidad del mundo físico, aunque solo fueran del cerebro propio. Los químicos no dejan de usar los colores de las cosas para decidir qué son o qué las produjo.

[47] Einstein, The Evolution of Physics, 33.

[48] David Hume, An Enquiry concerning Human Understanding, capítulo 5, parte 2, n. 39 (en Great Books of the Western World, ed. L. A. Selby-Bigge [Chicago: Encyclopedia Britannica, Inc., 1952], 466).

[49] Galileo formuló el problema de determinar la velocidad de la luz, pero no lo resolvió. Formular un problema suele ser más esencial que solucionarlo, tarea esta que quizás sea una mera cuestión de destreza matemática o experimental. Formular preguntas nuevas, posibilidades nuevas, considerar los problemas viejos desde una perspectiva nueva exige una imaginación creativa y marca los verdaderos avances en la ciencia (Einstein, The Evolution of Physics, 95). En este libro, Einstein compara al físico con un detective. El uso de la imaginación en la física también puede ser peligroso, por supuesto. Si el universo resultara ser finito pero ilimitado, por ejemplo, cualquier imagen que nos formáramos de él, más allá de imágenes análogas de otras cosas, sería falsa.

[50] Aristóteles, Física 1.5.188b29-30.

[51] Tales proposiciones o generalizaciones cuasi universales, enteramente dependientes de la experiencia sensible, son como las “hipótesis” primarias de la ciencia. A pesar de su incertidumbre, quizás deban denominarse supuestos o datos, más que hipótesis, ya que no se presentan como una explicación de otro fenómeno. Las teorías consisten en hipótesis adicionales, más merecedoras de tal nombre, que se presentan como explicaciones de las generalizaciones basadas en la observación.

[52] Hume, An Enquiry Concerning Human Understanding, capítulo 4, parte 1, n. 23 (Selby-Bigge, ed., 459).

[53] Ibid.

[54] En general, podemos tener la certeza de que existen regularidades en el mundo natural. Pero si no tenemos otra razón más que la experiencia repetida para creer que esto que está aquí es una más de esas regularidades, no podemos tener certeza absoluta de que no existan excepciones.

[55] “En la ciencia no hay teorías eternas. Siempre ocurre que algunos hechos predichos por una teoría se ven refutados por los experimentos […]. Casi todo gran avance en la ciencia se origina en una crisis de la teoría antigua, en un intento por hallar una salida a las dificultades planteadas” (Einstein, The Evolution of Physics, 77).

[56] Mi conocimiento de que un círculo es una “figura” puede verse reemplazado de alguna manera por mi conocimiento de que un círculo es una “figura plana contenida por una recta equidistante en todos sus puntos con respecto a sí misma, desde un punto interno denominado centro”, ya que es una versión más refinada del mismo conocimiento. Pero este conocimiento relativamente particular de lo que es un círculo no puede reemplazar a mi conocimiento más general de lo que es una “figura”, ya que no es el mismo conocimiento.

[57] Aristóteles notaba en su propio tiempo que “algunos no escuchan a un orador a menos que se exprese matemáticamente”, pero insiste en que “La precisión minuciosa de la matemática no se puede exigir en todos los casos” (Aristóteles, Metafísica 2.3.995a5 y 995a15; traducción [al inglés] de W. D. Ross).

[58] Compárese el testimonio de Bertrand Russell, quien dice: “Me parece que la investigación filosófica, según mi experiencia, comienza con ese estado mental curioso e insatisfactorio en el que uno siente plena certeza, sin poder decir respecto de qué” (Bertrand Russell, My Philosophical Development [Nueva York: Simon and Schuster, 1959], 133).

[59] Muchos científicos, como Werner Heisenberg y sir Arthur Eddington, exhibieron un talento considerable para el pensamiento filosófico, pero no se cuentan entre los filósofos de la naturaleza más importantes. Los filósofos más importantes, como Tomás de Aquino y Aristóteles, quizás hubieran sido grandes físicos, pero al costo de su progreso en el estudio más general de la naturaleza.

[60] “Las consecuencias fatales de abandonar todo pensamiento sobre el objeto de estudio como una totalidad, de ensimismarse y perderse en investigaciones independientes de aspectos singulares, se manifiestan en todas partes. La ausencia de coordinación entre las ciencias, el fracaso de cada una en reflexionar constantemente sobre el enfoque y la relevancia de las demás, las llevó a todas a un estado de vacío” (Charles de Koninck, The Hollow Universe [Québec: Les Presses de L’Université Laval, 1964], 112-13). Sin duda, existe cierta cooperación entre las “ciencias” reconocidas, como la física, la química y la biología, pero nadie puede creer que exista cooperación seria entre estas ciencias y la filosofía de la naturaleza más general.

[61] “Si hemos de creerles a algunos de sus representantes más distinguidos, la biología moderna no osa llamarse a sí misma una ciencia verdadera, a menos que evite e ignore todo aquello que se figuran naturalmente las personas comunes cuando piensan en animales y plantas familiares” (ibid., 79).

[62] El “principio antrópico”, sea o no un principio sensato, es un buen ejemplo de ciencia integral, un acercamiento a la naturaleza que no se limita a uno u otro método, sino que usa cualquier enfoque que sea útil para ayudarnos a comprender el asunto que nos ocupa. Este principio acepta la idea de que la naturaleza actúa según un fin, pero también considera los aspectos métricos de las cosas, algo tan esencial para el físico. Según el habla moderna, empero, diríamos que en tales casos el físico toma conceptos del filósofo —o, en parte, se convierte en uno— y se coloca por fuera de los métodos estrictamente propios del físico. Se puede apreciar cuán arbitrario es esto al reflexionar sobre el hecho de que un físico toma por necesidad conceptos de la matemática, una disciplina que ni siquiera comparte su objeto de estudio (ni se remite a la experiencia sensible para verificar sus teoremas), aunque pueda aplicarse a él. Si, por lo tanto, puede tomar conceptos del matemático en su labor de físico, ¿por qué no puede usar los principios generales de la filosofía de la naturaleza, que es en realidad el comienzo general de su propia disciplina?

[63] Aristóteles, Acerca de la generación y la corrupción 1.2.316a5-13.

[64] Aristóteles, Del cielo 3.7.306a5-17. Cf. De Caelo 2.13.293a20-25, sobre los pitagóricos: “Construyen además otra tierra, en oposición a la nuestra, a la que le dan por nombre contratierra. En esto no buscan teorías y causas para explicar los fenómenos, sino más bien fuerzan los fenómenos e intentan acomodarlos a determinadas teorías y opiniones propias”. Ambas citas pertenecen a la traducción [al inglés] de J. L. Stocks.

[65] Ver por ejemplo Aristóteles, Segundos analíticos 1.13.

[66] Aristóteles, Partes de los animales, 1.5.644b32-35, traducción [al inglés] de William Ogle.

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